Gritas, corres, lloras, intentas esconderte pero todo es en vano. Chillas con todo tu cuerpo, dejando salir el aire que tienes dentro como si fuera a librarte del miedo, ya no responde tu propia voz y ya no hay más salida que esperar eso que sabías que tarde o temprano acabaría llegando, el final. Está tan cerca, a punto de lanzarte al vacío para acabar contigo que puedes sentirlo. Entonces abres los ojos y lo único que quieres es volver a cerrarlos. No hay otra cosa que puedas hacer cuando la realidad en la que te despiertas es peor que tu pesadilla.
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